Gente encantadora

Ética y edición genética
Acaba de salir de la cárcel el biofísico chino He Jiankui que en 2018 había implantado embriones humanos modificados mediante técnicas de edición genética CRISPR y que habían dado lugar al nacimiento de tres niñas con sus genes artificialmente alterados. Se pretendía que tuvieran una resistencia al virus del SIDA. Los embriones así logrados tenían deficiencias genéticas, pero aun así, el experimento salió adelante y hoy en día no se sabe lo que ha sido de las niñas nacidas porque China, que acogió primero el experimento con satisfacción, ha corrido un tupido velo sobre el asunto. Al parecer, la resistencia al virus VIH no se ha logrado. Pero se desconoce la identidad de las niñas, dónde se encuentran y cuál es su estado de salud. Ahora China ha prohibido la utilización de terapia génica como las que llevó a cabo He Jiankui, al que condenó a tres años de cárcel.

Las dictaduras también son nefastas para la bioética. Las herramientas para la edición genética están ahí y el caso que comentamos demuestra que ya se han utilizado. Es necesario que científicos y filósofos discutan los límites y las reglas de la utilización de técnicas CRISPR de edición genética en humanos, porque siempre aparecerán mengueles que estén dispuestos a experimentar con sus congéneres. Urge que las comunidades científicas y los Estados dejen bien claras las reglas, para evitar que se hagan peligrosos experimentos como este desarrollado en China, y las investigaciones en este terreno deben estar perfectamente delimitadas. Que el gobierno chino se niegue a dar ningún tipo de información sobre este experimento es otra nueva muestra del oscurantismo que propician todas las dictaduras. No se puede olvidar que los precedentes, los experimentos del doctor Menguele, tuvieron lugar durante el nazismo.

Cotilleo y redes sociales
Las redes sociales constituyen el gran fenómeno de la comunicación humana de los últimos tiempos. Las potencialidades que encierran estos mecanismos tecnológico-culturales son inmensas. Permiten en cuestión de minutos que una información dé la vuelta al mundo y pueda ser conocida y compartida por millones de personas. La potencial capacidad de transformación que tienen ha sido claramente percibida por todas las dictaduras del mundo que invariablemente secuestran, neutralizan o impiden el acceso de sus súbditos a ellas cuando temen que se difundan noticias que pueden hacer tambalearse esas dictaduras. Diversos movimientos sociales, actos solidarios, iniciativas colectivas y un largo etcétera son posibles gracias a las nuevas redes sociales. La semana pasada, una canción de Shakira en la que salmodiaba invectivas contra el que había sido su pareja, el exfutbolista Gerard Piqué, revolucionó el mundo de las redes, el vídeo de la cantante circuló vertiginosamente y surgieron multitud de comentarios, memes y toda la parafernalia que acompaña los movimientos sísmicos en las redes. Hasta tal punto que las publicaciones serias y hasta el informativo de la televisión estatal se hicieron eco del suceso. La cosa no es para menos. No solo la magnitud del eco —hay que ver cuánta imaginación, ingenio y tiempo se dedican a estas futilidades—, sino también el movimiento económico generado han dado la extraordinaria dimensión al asunto.

De niños todos hemos oído, cantado o inventado cancioncillas para hacer burla de algún hecho acontecido o de una acción de algún compañero, amigo o rival. No pasaban de ser triviales juegos infantiles, aunque algunas de ellas encerraran no poca crueldad. Que un asunto tan trivial e infantil —la calidad literaria de la letra de la canción de Shakira se mueve a ese nivel— protagonice las redes sociales y que reduzca su enorme potencial a un cotilleo tan de vía estrecha nos retrata. ¿Celebrities despellejándose? No, primates despiojándose.

Artículo aparecido en:
La Opinión de Murcia

Fecha publicación:
22/01/2023


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