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En cabeza propia y ajena |
A estas alturas de la presidencia de Donald Trump ya se ve claramente que no hay plan. O que, si lo hay, es un plan muy poco racional en el que la búsqueda de un resultado concreto —reindustrializar el país: traducción al cristiano de “Make America Great Again”— olvida barajar las múltiples variables que confluyen en ese resultado. Trump ha confiado en alcanzar ese objetivo aplicando mecánicamente una sola medida: imponer aranceles a las mercancías importadas. No hace falta ser un experto en finanzas para darse cuenta de que la economía, como ciencia humana, es tan compleja que resulta muy difícil hacer predicciones fiables. Por eso en un sistema económico es mejor introducir pequeñas variantes poco a poco, con mucha cautela y eso después de un estudio muy pormenorizado de cuál puede ser el resultado.
El asunto de los tan cacareados aranceles, la estrategia de brocha gorda de Trump, ya ha producido entre otros efectos indeseables la pérdida de confianza de países compradores y vendedores. Y en economía existe el dicho de que la moneda más fuerte es la confianza. Hoy entran en vigor aranceles que mañana se dejan en suspenso, no se sabe muy bien hasta cuándo ni dependiendo de qué factores. Sin duda todos los que exportaban a Estados Unidos sus bienes ya están buscando mercados alternativos porque no está nada claro cómo va a evolucionar a medio plazo ese destino para sus exportaciones. Y el mundo es muy grande.
Dejemos de lado la parte más soez de un presidente que se jacta de que los mandatarios de todo el mundo están deseosos de besarle salva sea la parte. La implantación de aranceles ha resultado completamente errática. Primero se anuncia con grandes cartelones en un jardín de la Casa Blanca; después proclama la fecha de su entrada en vigor como ‘el día de liberación’, para tan solo unas horas después suspenderlos por tres meses. Definitivamente no hay forma de tomar en serio a personaje tan caótico e irracional si no fuera porque todo lo que hace alocadamente tiene repercusión mundial. Empezando por su propio país, en el que no solo las bolsas han experimentado una abrupta caída sino que el bono que financia la deuda estadounidense estaba remontando vertiginosamente el tipo de interés que ha de pagar, lo que entraña un serio riesgo de que la economía del país norteamericano se gripe.
Otras medidas que está tomando abonan la teoría de que no hay nadie al timón y que, de haber alguien, sería lo más parecido a un mono loco. Son las medidas de adelgazamiento del Estado, que se concretan, por ejemplo en la retirada de fondos por motivos ideológicos a instituciones del saber. Muchos científicos e investigadores están empezando a pensar en marcharse de Estados Unidos dado el panorama inestable, cuando no directamente amenazante sobre sus personas, que se cierne sobre ellos o sus investigaciones. Trump parece ignorar el hecho de que Estados Unidos ocupa su posición actual en el conjunto de las naciones gracias al impulso que ha dado a la ciencia básica y aplicada, lo cual ha repercutido significativamente en su pujanza económica.
Hoy es tal la interdependencia mundial de los sistemas productivos que una vuelta atrás en el proceso de globalización resulta imposible. Otra cosa es que no se puedan —y se deban— corregir algunas derivas indeseables de la mundialización de la producción y el comercio. Por ejemplo, Estados Unidos, como resultado de la fortaleza de su divisa y de los elevados costes laborales, se está desindustrializando. Pero esa desindustrialización —muy patente, por ejemplo en el sector de automóvil en Detroit— no se puede revertir con las medidas de brocha gorda de la Administración Trump. Haría falta un plan mucho más complejo y sutil que fuera obrando paulatinamente y sin convulsiones. Votar a Trump ha sido un error para la mayoría de la población estadounidense, que va a padecer los efectos de sus desmesuras. Pero los demócratas estadounidenses y los partidos de izquierda europeos tienen mucho que aprender. Si son capaces de pensar en algo que no sean ellos mismos. |
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Artículo
aparecido en:
La Opinión de Murcia |
Fecha publicación:
13/04/2025
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