La perplejidad del fontanero

No lo entiendo. He hecho mi solicitud para nacionalizarme español y estoy hecho un flan ante el examen de españolidad que voy a tener que pasar. Me he aprendido ríos y cordilleras, cabos y golfos —bueno, con estos últimos he tenido algunas dificultades desde que me he enterado de que hay muchos más que los que vienen en los libros de geografía—, clima y reyes godos —que ya solo nos los preguntan a los que optamos a la nacionalidad—. Pero estoy hecho un flan porque me van a preguntar sobre la Constitución Española, sobre usos y costumbres, y panorama político.

Mi profesión es la de fontanero y conozco perfectamente cómo ejercerla. Ya me he familiarizado con las peculiaridades de las cañerías en España. Pero acabo de enterarme de que aquí existe un rama de la fontanería que no existe en mi país: la fontanería política. He tratado de averiguar en qué consiste, pero no consigo salir de mi ignorancia. No sé si es una rama oculta de la fontanería o de la política. No es nada fácil dar con alguien que admita ser fontanero político. Hace poco que desde la oposición se ha proclamado a los cuatro vientos que una tal Leire Díez lo es. Pero ella se ha apresurado a convocar una extraña rueda de prensa para rechazar que lo sea y afirma que realmente es periodista. Y ahí empieza mi perplejidad. Que yo sepa, no hay nada en ambos oficios que permita la confusión. Y para aumentar mi perplejidad aparece un tipo recientemente excarcelado —Víctor Aldama—, que ha salido en fotos con toda la plana mayor del principal partido del Gobierno, a reventar la comparecencia de Díez entre amenazas a ella y al presidente Sánchez e instando al jefe de la oposición a que haga algo para que Sánchez salga de la Moncloa. Lo ha sacado a empujones del acto un colaborador de la fontanera/periodista con la que por lo visto ha hecho unas grabaciones, unos podcast o algo así. Y ahí se ha acabado la rueda de prensa sin que yo me haya podido enterar de las razones de Díez para afirmar que es periodista y negar que sea fontanera. Sin embargo, la tal Leire debe de ser alguien importante, pues al día siguiente la tuvieron más de una hora en la televisión pública de España dando explicaciones y, aunque las he seguido con atención, sigo sin saber si es periodista o es fontanera. Otro que por lo visto también ha sido fontanero es un tal Villarejo, que también negaba serlo para afirmar que era un comisario de policía que rendía servicios al país. Y citaba a directivos de IBEX 35 en apoyo de sus tesis. Ya ni sé qué profesión ejerzo en España.

Pero ya si pasamos al apartado de la Constitución —por el que sé que preguntan a los que queremos nacionalizarnos—, ya mi perplejidad alcanza niveles cósmicos. Todos los grupos políticos dicen defender la Constitución Española mientras acusan a los rivales de quebrantarla. Existe, por lo visto, un tribunal llamado Constitucional que es el que debe determinar qué entra y qué no entra dentro de la Constitución. Este Tribunal debe pronunciarse sobre una famosa ley llamada ‘de Amnistía’. Pero aún no lo ha hecho. Se conoce, por lo visto, la ponencia que debe ir al pleno del Tribunal. Pero el pleno todavía no se ha celebrado. Sin embargo, todo el mundo ya sabe cuál va a ser el veredicto que salga de ese pleno que no se ha celebrado. Eso no impide que unos y otros juzguen acerca del tema enmendándole la plana al tribunal que tiene la competencia exclusiva —si yo lo he entendido bien— sobre el tema. Lo más curioso es que quienes hoy se aferran a esa sentencia que dan por dictada hace poco afirmaban tajantemente que una amnistía no cabe en la Constitución Española. Así que ante mi examen estoy perplejo. No sé lo que es ser fontanero en España ni tampoco sé qué cabe o qué no cabe en la Constitución Española y quién tiene la última palabra sobre eso. O este es un país bien raro o yo soy un marciano. Así no hay quien se nacionalice.

Artículo aparecido en:
La Opinión de Murcia

Fecha publicación:
08/06/2025


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