Dilema

Pedro Sánchez llegó a La Moncloa tras una moción de censura que convocó para hacer frente a la corrupción que asolaba el PP de Mariano Rajoy. Y ese acto fue una purga beneficiosa para la democracia. El PSOE llegó enarbolando la bandera de la regeneración y había que concederle crédito. Desde entonces diversos casos de conductas no muy claras han ido salpicando el propio entorno de Sánchez. Podría concedérsele el beneficio de la duda y admitir que algunos sectores de la judicatura fuertemente ideologizados estén haciendo instrucciones tendenciosas o poco justificadas. Pero el jueves se hace público un informe de la UCO de la Guardia Civil en el que, además de José Luis Ábalos y Koldo García, aparece implicado Santos Cerdán. Ya no se trata de comportamientos poco decorosos de su hermano y su esposa, ahora estaríamos ante un caso claro de sobornos y cohecho, según el citado informe.

Casos de corrupción más o menos sonados han acompañado a la democracia española prácticamente desde sus comienzos. Corrupción ha habido en el PSOE desde aquel pecado original que fue la adjudicación irregular de contratas en el Ayuntamiento de Madrid denunciado por Alonso Puerta, por lo que fue expulsado del partido en 1981 y luego repuesto por sentencia del Tribunal Supremo. La Expo de Sevilla del 92, la cooperativa de viviendas PSV, el caso Juan Guerra, hermano de Alfonso Guerra, y tantos otros salpicaron al primer gobierno del PSOE. Muchos de los ministros de Aznar también estuvieron y aún están incursos en procedimientos judiciales por corrupción. Ya hemos mencionado la corrupción que lastró el gobierno de M. Rajoy con sus policías patrióticas, sus repartos de sobresueldos y que tuvo su culminación con las exhortaciones del propio Rajoy a Luis Bárcenas para que fuera fuerte cuando estaba en prisión preventiva tras habérsele descubierto la existencia de cuentas millonarias en Suiza.

Y ahora, lo de Santos Cerdán, que es el segundo secretario de organización consecutivo del PSOE incurso en un caso sonado de corrupción que incluye no solo cobros de ‘mordidas’ por adjudicación de obra pública, sino otros aspectos más sórdidos y hasta bochornosos, e incluso algunas trampas en las primarias que ganó Sánchez. A pesar de que el propio Sánchez en su lisérgica rueda de prensa del jueves pasado excluyó la convocatoria anticipada de elecciones, ante esos hechos poco edificantes en la cúpula del principal partido en la coalición de Gobierno, parecería lo más indicado acudir a las urnas, pues para casos así la alternancia en el poder tiene un efecto regenerador.

Sin embargo, la dependencia del principal partido de la oposición de la extrema derecha de Vox obliga a ser cautos a la hora de pensar en una alternancia. El PSOE, es cierto, también depende de un partido xenófobo y radical como es Junts y la mayoría parlamentaria del Gobierno se sostiene sobre un delicado campo vectorial de múltiples e inestables componentes. Pero lo de Vox es harina de otro costal. Es un partido antisistema de corte trumpista y antieuropeo. Si echamos un vistazo a lo que está pasando en California —las deportaciones masivas e ilegales de inmigrantes que están llevando al cierre de algunas empresas, el envío a las calles de la Guardia Nacional y los ‘marines’ en una militarización propia de una dictadura— nos daremos cuenta de a dónde puede conducir una política como la que defiende Vox.

Además, la extrema derecha española, lo mismo que otras en el continente, es profundamente antieuropea y eso es especialmente dañino en un momento tan delicado como el que estamos atravesando, en el que el refuerzo de la UE es la única opción ante la ofensiva de Trump y la amenaza rusa.

Así que nos movemos entre la Escila de un PSOE emponzoñado por la corrupción al más alto nivel y la Caribdis de un PP que, además de estar haciendo desde hace largo tiempo una oposición salvaje, disgregadora y desnortada, no tiene empacho en aliarse con una extrema derecha autoritaria y peligrosa.
Artículo aparecido en:
La Opinión de Murcia

Fecha publicación:
15/06/2025

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