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El delirio, al poder |
Según la tradición, cuando un general desfilaba tras una victoria por las calles de la antigua Roma y como antídoto a la embriaguez resultante de la atronadora aclamación popular, un esclavo iba susurrándole al oído: “Recuerda que eres mortal”. Lamentablemente la costumbre no solo se ha perdido, sino que a los poderosos de este mundo los rodean susurradores que, lejos de recordarles su condición humana, rivalizan en deslizar en su oído cantos de sirena que los llevan a elevarse sobre el común de los mortales hasta creerse divinos.
No hay otra explicación para la conversación entre el presidente ruso Vladimir Putin y su homólogo chino Xi Jinping conocida porque un micrófono que estaba abierto ha permitido su difusión. Ambos septuagenarios jerarcas se consideraban en la flor de la vida y coqueteaban no solo con durar hasta los 150 años, sino incluso directamente con la inmortalidad.
Por otra parte, magnates de industrias punteras en tecnología, a decir de científicos con los que han dialogado o a los que han interrogado, se despreocupan por el oscuro provenir del planeta que ellos mismos condenan con los contaminantes que producen sus factorías porque confían en huir a otro planeta cuando la Tierra se haya ido definitivamente a la mierda. Otro sueño de omnipotencia.
Aunque no todos los ricos y poderosos llegan al grado de delirio de los que estamos señalando, sí se observa que lo que antes eran consejos para vivir más y mejor, ahora pretenden ser garantías de longevidad. Y como cuando hay demanda surge inmediatamente la oferta, empiezan a proliferar productos milagro que prometen alargar la vida sorteando los temidos ictus, infartos y enfermedades neurodegenerativas.
Como el uso de complejas y carísimas máquinas o tratamientos médicos igualmente onerosos no está al alcance de cualquiera, el mercado se ha encargado de democratizar las promesas de longevidad saludable. Y así, hoy es difícil no tropezarse en cualquier medio de comunicación con noticias de dudoso rigor donde se afirma que tal o cual producto puede obrar el milagro. Una infinidad de dietas prometen acercarnos a la vida perenne. Desde las más solventes, como la mediterránea, a otras más bizarras, como la paleolítica, la basada en el ayuno intermitente, en el kiwi, las exentas de gluten o la más extrema vegana. Se publicitan productos milagro como el magnesio, algunas vitaminas, la carnitina, la cúrcuma o los concentrados de proteína. Por todas partes se multiplican las promesas de sortear la vejez y sus achaques.
Paralelamente a estos milagros pretendidamente propiciados por la ciencia y la tecnología corren otras teorías —a veces en los mismos lugares, como la Casa Blanca y sus aledaños— que ponen en tela de juicio verdades bien asentadas por la ciencia y la experiencia. Y así, en algunos ambientes se sostiene que no existen los virus causantes de enfermedades; que las vacunas no solo no nos protegen, sino que también producen males sin cuento; que el autismo es el resultado de la acción de medicamentos como el paracetamol. Que el cambio climático no existe. Y hasta el delirio máximo de considerar que la Tierra es plana y que hay una conjura de no se sabe bien quiénes ni con qué interés para persuadirnos de su esfericidad.
Lamentablemente, siempre ha habido gente dada a la fantasmagoría y hasta al delirio. Lo grave ocurre cuando el desvarío alejado de la realidad se aloja en las mentes de los poderosos que tienen altas responsabilidades de gobierno, como ocurre con los citados ‘inmortales’ Putin y Xi Jinping, o con Donald Trump y su secretario de Salud y Servicios Humanos, el conocido antivacunas y difusor de teorías de la conspiración Robert F. Kennedy Jr. |
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Artículo
aparecido en:
La Opinión de Murcia |
Fecha publicación:
28/09/2025
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